divendres, 29 de juliol del 2011

Palabras para el resistente

Sólo ante el soplo de la muerte, en instante único, el orgullo humano se convierte en resignación cobarde.

Gritaban, tan lejos que parecía tenerlos cerca, los niños pobres que decían ser grandes. Habían perdido las letras. Mascullaban, algunos, horribles sonidos. Olvidados, todos, andaban sin conciencia, andaban sin palabras. Se resignaron a la lucha, y los Otros les robaron la conciencia. Y seguían, ambulando, distantes a su mirada.
Apenas abrir las comisuras de la boca la niebla de la barbarie se adentraba en los cuerpos. Dominados, todos, marchaban uno detrás de otros. Los pocos que veían el camino, las piedras que pisaban, envueltos en la desesperación se encontraban. Inmersos en la duda, en el dolor de la herida más grave, cogían sus fusiles y disparaban versos. Más allá de las raíces del saber, crecían con fe en el don de lo dicho, de lo escrito.
Perseguidos eran por los sembradores de la ignorancia; su lucha iba más lejos de aquellos gritos, era más profunda que su desgarrado llanto, y más fuerte que los tantos perdidos en el gran camino de la vida. Porque aquello que sus plumas empuñaban era luz, verdad que cegaba la mentira. Cultivaban a los desprovistos para que pudieran emprender una vía libre.
Te cuento, amigo, estos pasajes con palabras antiguas. Los poetas pudieron abrir muchas mentes. Pero ahora, como en las tinieblas de antaño, faltan personas que hablen, necesitamos héroes silenciosos que escriban y luchan por la verdad, por la humanidad.

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