dissabte, 16 de juliol del 2011

Impulso romántico

El centello de las primeras gotas acompaña mis pasos que avanzan cubiertos de niebla. Los árboles esguardan mi dirección y los prados mis espaldas. Me hundo en este mar, me adentro en el basto olvido. Una pisada, un pie, el olor del bosque húmedo. Me traslado en una agitada década de tormento interior, de sangre a flor de piel… soy como el joven Werther que corre sin saber a donde, que huye de un impulso del alma. Temeroso del futuro y con el rostro grabado de un horror del pasado, me alejo, sin destinación, de algo personal, de un sentimiento desconocido. Mis sordos pasos coinciden con algún titubeante canto perdido. Un grito alegre de un niño, un dulce pájaro, el viento… Y corro incesantemente. Más lejos, más me encuentro en medio de la incertidumbre del bosque. Muerte, ¿a dónde estás? ¿La vida? Un error, una agonía. Las ramas cortan mi silueta, se interponen en mi travesía. Sin aliento aparezco delante de un campo verde y crecido. Mi cuerpo vacila y se deja caer. La repentina aparición de las espigas luchando para su dorada conversión estorbó mi ansiedad. Mis deseos se rompieron como los cristales de una ventana. Y pude ver más allá, pude respirar el aire del exterior. Mi físico desaparecía, mi mente era tan grande y ligera que podía abarcar todo el paisaje. Unos tímidos rayos trazaban los últimos detalles de vida. Me había encontrado con el mundo. 

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