El centello de las primeras gotas acompaña mis
pasos que avanzan cubiertos de niebla. Los árboles esguardan mi dirección y los
prados mis espaldas. Me hundo en este mar, me adentro en el basto olvido. Una
pisada, un pie, el olor del bosque húmedo. Me traslado en una agitada década de
tormento interior, de sangre a flor de piel… soy como el joven Werther que
corre sin saber a donde, que huye de un impulso del alma. Temeroso del futuro y
con el rostro grabado de un horror del pasado, me alejo, sin destinación, de
algo personal, de un sentimiento desconocido. Mis sordos pasos coinciden con
algún titubeante canto perdido. Un grito alegre de un niño, un dulce pájaro, el
viento… Y corro incesantemente. Más lejos, más me encuentro en medio de la incertidumbre
del bosque. Muerte, ¿a dónde estás? ¿La vida? Un error, una agonía. Las ramas
cortan mi silueta, se interponen en mi travesía. Sin aliento aparezco delante
de un campo verde y crecido. Mi cuerpo vacila y se deja caer. La repentina
aparición de las espigas luchando para su dorada conversión estorbó mi
ansiedad. Mis deseos se rompieron como los cristales de una ventana. Y pude ver
más allá, pude respirar el aire del exterior. Mi físico desaparecía, mi mente
era tan grande y ligera que podía abarcar todo el paisaje. Unos tímidos rayos
trazaban los últimos detalles de vida. Me había encontrado con el mundo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada